Redescubrimiento
Dios mío amado,
Tengo que volver a Ti cada vez. Extraviarse de Ti es como perderse a uno mismo. Confieso que me he sentido perdido de nuevo. He imaginado el horror de no tenerte, de que no me tuvieras a mí.
Hágase Tu Voluntad; la de nadie más. Nuestros extravíos son demencia y maldad. Sólo Tú las reparas, por caminos inescrutables.
No tengo secretos para Ti, pero al alejarme yo de Ti, me ocultas a mí mismo mis propios secretos, por un bien mayor. No es acaso soberbia creer conocerte, Tus Designios, Tu Plan? Hemos errado, más de lo que sabemos. He errado y no puedo esconderme en los errores de otros. No puedo esconderme de Ti.
Tu Amor derrite todas mis faltas. Me arrepiento de no haberme hecho mejor. De querer haber sido peor adrede. De no temer las consecuencias de mis propios actos. De subestimarte de nuevo.
El mundo no es nada sin Ti. No comprendemos. No sabemos quiénes somos, en realidad. Sólo nos lo cuestionamos. Buscamos respuestas en Ti, que Tú nos revelas.
Pero la maestría no está en nosotros, que sabemos entre poco y nada, que no sabemos distinguir nuestros propios yerros. Está en Ti, que eres la Sabiduría y la Verdad. El hombre no entiende. Busca porque no entiende. Busca dentro de sí mismo. Se busca a sí mismo, a través de Ti.
Cuántas veces, Señor? Cuántas veces me extraviaré de Ti, en Ti, por Ti? Cuántas faltas restan a mi corazón hasta unirme Contigo? Cuántos delirios de grandeza me quedan?
Cuántas faltas a mis amigos, a los desconocidos, tus criaturas, todos los que necesitan de Ti, que sufren para llegar a Ti? Cuánto me envaneceré todavía y me levantaré contra Ti? Dios mío, sólo Tú sabes estas cosas.
Así pusiste la voluntad en nosotros, para que se cumpliese Tu Palabra. Que castigas a los soberbios y das gracia a los humildes, que regocijan Tu Corazón.
Nada soy sin Ti, Dios mío. Sigo buscándote. Tanto me faltas. Todo lo das Tú. Todo es para bien y el hombre no entiende. No se entiende ni a sí mismo. A veces, cree entender algo, hasta que se extravía de nuevo. Tropieza con su orgullo. Se excede. Repite sus errores ocultos. Ocultos para sí mismo. Tal es, en verdad, Señor, nuestra ignorancia. Tu Sabiduría.
Quiero volver a Ti, Dios mío. Que cubras mi pecado y me enseñes la senda correcta, pues una y otra vez ya no sé lo que hago, cómo buscarte, cómo amarte mejor. La deriva del corazón es su orgullo.
La separación, la negación de Ti. Como diciendo: "No me moveré jamás. Soy mi propia firmeza." Pero estamos en Tus Manos. Fuera de ellas no hay nada, porque nada es posible sin Ti.
Estas cosas no tardan en resonar de nuevo en mí. Bien lo sabes. El murmullo muestra los verdaderos pensamientos. Siempre vuelven. Tu Verdad es la más difícil, la más dulce, la más profunda.
No hay intimidad que no lleve a Ti, como no había podido esperarse. Pues superas todas nuestras expectativas, nuestras ilusiones, y también nuestros temores. A nadie puedes decepcionar. Te complaces en tus pequeños. Somos para Ti. No para nosotros mismos. Tantas veces nos engañamos.
Y cuanto más insistimos en el engaño, más cerca estamos de la locura. La locura de no creer en Ti, de negarte a Ti, que eres la verdad misma.
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