Invectiva

Esto es para pequeños perdidos. Todos mis hermanos. Va por nosotros. 

Juntos, no estaremos solos. Somos nuestra única salida a la soledad. 

Nuestra fuerza y esperanza. 


Hoy no quiero estar bien, porque me parece una farsa. Hay que decir estas cosas, 

por difícil que pueda ser. Seamos valientes contra el resto.

 

Mi tristeza es el mundo, porque existe y no soy yo. Fuera de mis límites. 

El corazón desfallece por no dominar. Choca, secamente, con lo que no es como él. 

El corazón sólo existe abrumado. Sobrepasado. Solo. 

El mundo moldea su tristeza, lo define y lo abandona para ser pequeño. 

Apaleado, vagabundo, huérfano. 

¿No somos así por dentro?


El alma es el sufrimiento del cuerpo y viceversa. 

Hay una guerra silenciosa en nosotros. No sabemos de dónde llega su grito mudo. 

Un alarido metafísico. 


Cualquier falsa alegría se oxida en lo cotidiano. Lo notamos. Protestamos. 

Sentimos la traición de no conocernos lo suficiente, la desesperación 

de no saberlo todo de uno mismo. 


Esto hay que decirlo, por difícil que parezca. Ha habido momentos en los que creímos 

conquistar el misterio. Fuimos necios. El misterio es siempre el que somete. 

Nos mantiene boca abajo, contra el suelo. Cuerpo a tierra. 


No avanzamos, si no es por dentro. Contra nosotros mismos. A duras penas. 

Hay que empezar por ahí. Una y otra vez, cada vez más profundamente. 


El abismo se abre por dentro. La mente encuentra sus huecos 

para hundir el orgullo. Nuestra farsa ante los demás. 

Una vez más, es diferente. 


Todos los problemas son emocionales, porque son de alguien, si existen. 

Lo que urge, lo que urge más es afrontar el horror de no saber quién es uno mismo, 

en realidad. Porque lo cambia todo, constantemente. 

Solo hay emoción en el cambio. 


El crepúsculo, la crisis del espíritu, somete todas las embestidas de la carne. 

Reconozcámoslo. También hay que decir estas cosas. 




Comentarios

Entradas populares de este blog

Aurora

Primavera perfecta

Mênis