Abismático

El hombre es mortal. 


Está aterrado de sí mismo. 


No es el resto del mundo. 


Imagina a todos los demás.  


Se averigua y lucha contra sí mismo. 


Intenta. Su mano sigue al ojo. 


Espera, no sólo teme. 


Tiembla. Está lleno de pasión. 


Ambiciona alguien mejor que sí mismo. 


Nada le basta sinceramente, 


por mucho tiempo. 


Su vicio es el derrame de su virtud. 


Su desbordamiento. 


El hombre intenta su humanidad. Ensaya. 


Cuestiona con todas sus fuerzas. 


Su alma es la exactitud del mundo. 


Su corazón es el ojo de su alma. 


Es desesperadamente metafísico. 


Nada físico le basta por dentro. 


El hombre es el juguete o el instrumento de Dios. 


Todo termina en Él. Una y otra vez. 


Todos los corazones desbordados


de Humanidad. 


 Hasta el último suspiro. 


He aquí un hombre.



Puerta de los Leones, Micenas. 1963
                                                     




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