Aurora


Estoy ignorando mi obligación, porque es abrumadora. 

Sé lo que tengo que hacer, pero no me atrevo a reconocerlo.

No reconozco mi responsabilidad. Porque me asedian facilidades 

que son muy difíciles de resistir. Que me obligan a justificarme.

En la búsqueda del placer individual. De la disolución individual. 

La despersonalización. El mundo se está disolviendo en nuestro egoísmo. 

La naturaleza humana no va a cambiar. Estoy cada vez más sesgado.

Más convencido de que no puedo cambiar de opinión. 

No puedo hacerme cambiar de opinión. Por lo tanto, tampoco pueden otros.

Realmente, no hay diálogo. Sino reafirmación. Imposición. 

De los mejores sobre los peores. Pero constantemente. A veces somos unos;

luego somos los otros. Es muy difícil reconocerlo. 

Queremos vivir en la ficción de ser siempre los mejores.

No es así. También somos los peores a veces. Puede que incluso ahora. 

El mundo cambia y nosotros morimos.

No podemos negar la evidencia. Debemos trabajar con ella. Cooperar con ella. 

Apoyarnos en ella. Porque no tenemos nada más.

Partir de ella. El mundo también somos nosotros. Cada uno. 

Debo reconocer mi responsabilidad. Tengo 33 años y me voy a morir.

Voy a perderlo todo. Todo está por perder. 

No importa, en realidad, cuánto dinero gane, lo que aparente, a quién quiera impresionar,

las mentiras que consiga imponer, sobre quién soy o quién no soy, 

o quién debo ser, porque en realidad, no puedo escapar de la verdad.

Y siempre es más complicada. Está llena de detalles. 

No voy a hacer esto todos los días. No podré mantener este ritmo. 

Me agobian los compromisos fatuos, absurdos. 

Pierdo mi propio tiempo en incontables vaciedades. Es sólo culpa mía.

Es demasiado duro de admitir para mí. No puedo aceptarlo sin más.

Es humillante. Desesperante. Indignante. No puedo aceptarlo como si nada. 

Mi trabajo es desahogarme y reconocerme. Pero no soy tan sencillo.

No soy una obviedad. Nadie es una obviedad. 

Cada uno es un desafío para sí mismo. 

Un desafío moral. No para los demás. 

Los demás siempre juzgarán erróneamente sobre uno,

porque son ellos mismos. Ya están ocupados. No tienen tiempo. 

Cada vez hay menos tiempo. Tenemos poco y se acaba. 

Esto no se acepta. Se oculta.

Se finge que no es así. Se parte de premisas falsas, premeditadamente. 

Se engaña. Nos engañan; engañamos y nos engañamos. 

Es más fácil, por un tiempo. No es agradable porque es la verdad.

Hay que decir la verdad. Puede ser nuestra única oportunidad de hacerlo. 

Hablar de lo que sí sabemos. Reconocer las cosas. Partir de lo que sí podemos cambiar.

Centrarnos en eso y no en otras cosas. Esta es mi propuesta. 

Es lo que puedo ofrecer. Abandona todas tus mentiras. 

Todos tus fingimientos. Porque no van a durar.

Y tú tampoco. No podrás mantenerlos. No soy un gurú. 

El mundo se está llenando de mentiras. Y también es culpa tuya. 

No tienes justificación. Sin más tibiezas. 

Sé rotundamente tú mismo, hasta el final.

Tu desesperación está delante de ti. Como tu soledad. Como tu vanidad. No lo niegues. 

No pierdas más tiempo. Sólo eres un hombre. Te sientes perdido. Igual que el resto.

Interpelado por la eternidad. No te resistas. Acéptalo. Abrázalo. 

Sólo eres un hombre mortal. No tienes mucho tiempo. No te entregues a más mentiras.

Reconócete desnudo, espiritualmente. Aprovecha tu espíritu. 

Entrégalo de corazón. Da un salto al vacío por dentro.

Reconoce la verdad que hay en ti. Por poca que sea. 

No hay más valor para ti que tú mismo, pero también para otros. 

Intégrate contigo mismo, como eres realmente.

No hay nada más de valor. Para ti o para otros.

Morir es no poder ser tan importante. 

Entrega tu corazón a la verdad y no pierdas más tiempo. 

Valor y adelante.





Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Primavera perfecta

Mênis